martes, 18 de enero de 2011

Ángel para un Final

Basada en la canción del mismo
nombre de Silvio Rodríguez





No me imaginé nunca que una simple mirada podía lograr tantas cosas. El momento, el clima, las horas y todo hizo que nuestro primer encuentro fuera perfecto y casual. Creo que ahí cuando mire tus ojos todo cambio en mí, el silencio se apodero de mí y luego el aire hizo lo mismo contigo.
Ese día el mar sonaba de una forma hermosa, habíamos llegado tres días antes. Todos lo verano ibamos donde mismo, la misma gente, el mismo puesto en la playa, la misma rutina. Despiertas, comes, vas a la playa, luego te bañas y te arreglas como si el mundo se fuera acabar y esa noche fuera la última para celebrar, luego todos con sus panoramas. Uno con dieciocho años y solo con su familia en la playa, la entretención no abunda. Solo robaba un cigarro a mi padre mientras él estaba en la ducha. Esperaba que todos se durmieran o se perdieran en juegos de mesa que tanto me aburrían y me escapaba a caminar hasta altas horas de la madrugada a la orilla de la playa, luego de un rato me sentaba en una roca y miraba el mar. Cuando el frio se apoderaba de mi, regresaba. Nunca nadie se entero o si lo hicieron nunca me lo dijeron o preguntaron.
Fue en una de esas salidas, lo recuerdo bien un día martes 4 de febrero, hice tal cual como todos los días mi rutina. Todos se durmieron temprano y no costo nada salir. La playa estaba más hermosa que nunca, luego de un rato apareciste. Tu pelo largo sobre ese chaleco que me daba una sensación de calor cuando estaba cerca de él. Te mire, un segundo después me encontraste con tus ojos, en ese instante un ángel paso entre nosotros y el silencio que luego se trasformaría en amor, tomo lugar en esa playa. No oía ni el sonido de las olas, ni las aves marinas que de noche salen a cazar. Solo estabas tú, ahí sentada en el lugar que a mí me pertenecía. Mi timidez se desvaneció, recuerdo que hablamos durante horas y quedamos que al otro día en el mismo lugar no encontraríamos. Esas horas, se me hicieron eterna solo quería y necesitaba ver de nuevo esa margarita que se te formaba en la mejilla izquierda. El momento llego, recuerdo que no te encontraba y mi corazón se desvanecía por estar contigo, cada latido era un segundo sin ti. Apareciste, me sonreíste y otra vez el ángel se apodero de esa playa. Era mi momento perfecto, mi verano perfecto.
Cada noche durante el mes que estuvimos juntos. Nos perdíamos en esa playa, que la sentíamos nuestra. Cuando me besaste por primera vez, porque tú fuiste la que me besaste. Yo era un chico tímido, alto, de anteojos y un estilo un tanto fuera de lo normal. Tú, eras una sirena que acababa de aparecer en mi vida. Luego de un mes, luego de que cada noche sin fallarnos nos encontrábamos en aquella playa, me entregue a ti igual que tu a mí, la luna ilumino nuestra primera vez como si lo astros tuvieran todo preparado. Recuerdo ese momento, tan torpe pero tan hermoso. Eran sensaciones inconclusas que se apoderaban de mi cuerpo y se mezclaban con un placer primerizo. Tu boca hizo estallar mi corazón, salió de su escondite y voló a juntarse con el ángel que nos unió un mes ante en el mismo lugar donde nos jurábamos amor con nuestros cuerpos desnudos y helados pero vivos, vivos de amor.
Fue la única y primera vez que me enamore. El día de mi partida me dijiste que nos veríamos y así fue, ya aquí en Santiago nada cambio. Eras la misma, tú mismo susurro al despedirte y al apartar tu cabeza de mi oído esa sonrisa juguetona que me hacía sentir que estaba vivo, que nacía y moría en el mismo momento. Cada segundo contigo era el mejor, pero sin duda lo que más me gustaba de ti, era tu silencio. El silencio de tu boca irreal que se dibujaba con el cerrar de tus labios y transformaba mi vida en un vacio. Solos, junto con el ángel que nos enamoro en esa playa una noche de verano. Lo que no me gustaba de ti era que no tenias error, eras la perfección, mi perfección que no dejaría ir por nada del mundo, sentía que si te ibas nada sería igual todo se desmoronaría, era tan fuerte el sentimiento que todo tus intentos de advertencia eran inútiles.
Ya aquí en Santiago luego de meses de estar juntos, me miraste y me dijiste que ya no más.
Los días eran la tortura de una nueva vida, debía construir lo que tú destruiste cuando recién empezaba a soñar con un futuro lejano. Ese momento no dije nada, deje que tú hablaras. No me avisaste, solo lo hiciste. Así fue como perdí el corazón por los ojos, el llanto que lo guarde durante tanto tiempo, quiso conocer el mundo. Mojo tierra y viento, pensó en juntarse con los acaudalados ríos. No tenia explicación solo preguntas que me obligaba a responder con un adiós casi intacto. Como lo dejaste tú.
Pienso que los días han logrado que todo cambiara, ya no sufro como antes, solo que mi mente te piensa, hablo de ese Ángel que un día nos silencio en la playa y que cada día cuando te miraba a los ojos me susurraba al oído ese silencio que nos tomábamos como propio.
Creo que me amaste, no lo dudo. No estoy seguro si tanto como yo a ti, eso lo dudo. Los ángeles del amor son tan feroces e incapaces de lograr algo concreto, uno en un millón logra la meta que tenia dispuesta. Me pregunto si el ángel de aquella playa es el mismo ángel de aquella vez que le diste rienda suelta a mis lágrimas. Nadie me a podido responder.
Tuve momento lindos, quizás los más hermosos contigo. No me arrepiento de nada, solo de no haber sido lo suficientemente bueno y fuerte para preguntarte días después las razones verdaderas de este final. Me enamore de ti, te entregue mi alma y mi vida, la tomaste tuya, la hiciste tuya. La apreciaste pero luego nada importo, fuiste un tanto egoísta pero todo te perdono.

Me queda aparte de este dolor inmenso dentro del pecho, quiere salir pero algo la detiene. El ángel del final me hablo de ti, dijo que ya no regresarías, que las cosas seguirían iguales, que lo mejor era esperar que otro ángel se fijara en mi. No sé si eso ocurrirá, solo me aferro a la esperanza que esto acabara. Nunca fui dependiente de nadie, solo de tu maldita margarita de la mejilla izquierda. Ni un llamado, ni un rastro de ti.
Volví a esa playa, me senté en el lugar donde hicimos el amor, espere noche tras noche, lo único que oí fue el silencio, no sé si era el ángel o si eras tú susurrando en mi mente que te olvidara de una vez.

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