“A lo único que tenemos que temer
Es al miedo por sí mismo.”
Franklin Delano Roosevelt
Cuando decidí comenzar a leer el libro, mi vida marchaba normal con su tiempo casi imperceptible a mí. El día había sido agotador y ya no quería que mi cabeza siguiera funcionando, sentía que ya no necesita alguien para creer en un final feliz, la literatura me lo entregaba tan incondicionalmente que fue así como me enamore de ella. Sentado en ese vagón solitario del metro lo abrí, se fue directamente a la página marcada y ahí frente a mis ojos el mensaje que tal vez nunca quisiera encontrar.
“Este será el último libro de Leonor Santander, si lees esto estoy muerta y no esperes que la tranquilidad este contigo”
Toda la sangre comenzó a correr por mi cuerpo, se agitaba mil por hora, imaginaba esa mujer, su edad, su estatura, el motivo de su suicidio. ¿Será cierto? O solo será una ficción que ella quiso crear.
Nací un día jueves 14 de Octubre, mi familia era un tanto particular. Un papá que creía que el amor se entrega a través del dinero y mi madre una maniática de la limpieza. Me tuvieron cuando Cristina (así le decía a mi madre) tenía 34 años y Julio 37. Se conocieron un día de paseo familiar y de ahí que supuestamente estaban enamorados. Las peleas eran constantes pero al fin y al cabo eran un matrimonio chileno y que matrimonio en Chile no pelea alguna vez.
Crecí en un ambiente sano, el primer nieto hombre de la familia e hijo único de Julio y Cristina. Mis primas me ensañaron a besar, amar y a vivir la vida. Me enamore de Verónica cuando yo tenía 16 y ella 17 me enseño amar escondidas sin que la familia sospechara, me enseño los lugares secretos de la casa de los abuelos. Ella fue la que me enseño como hacer el amor silenciosamente pero no por eso menos placentero. Ella me obsesiono con la lectura y con el café sin azúcar por las tardes de frio. Luego de un año, que todo me había enseñado se fue a estudiar a Valparaíso el mismo día que el doctor me dijo que debía usar anteojos o sino por leer tanto mi ceguera aumentaría.
Pensé en botar el papel en cuanto lo leí, pero lo guarde en mi bolsillo. Leí el libro con una leve sensación de que él fue el culpable del destino de esa mujer misteriosa del mensaje suicida. Ese mismo día fue a la biblioteca, pregunte por esa mujer, me dijeron que esa información no se podía entregar, frustrado, agotado y casi en estado fatigoso regrese a mi casa, como siempre mis padres no estaban y decidí dormir.
Eran sueños entremezclados, realidad y fantasía. Era alta, con el pelo corto y blanco y una mirada fría con señal de una maldad que te cautiva tanto como te aterra. Caminaba hacia mí con el libro en la mano. Luego veía el mensaje justo en su mano y ella saltando desde un séptimo piso. El sudor y el miedo que invadía mi cuerpo, busque el libro y estaba en el mismo lugar donde lo dejé.
La paranoia nunca había estado tan presente en mí, solo cuando yo y verónica nos encerrábamos en el baño de la casa de la tía Josefa y sentía que en cualquier momento entraría el abuelo o el papá de la vero con una escopeta y me matarían pero ella se encargaba de borrar toda mi paranoia con placer. Necesitaba ahora a verónica para borrar esta paranoia o no solo a verónica a cualquier mujer que me hiciera sentir un hombre hecho y derecho.
Al otro día devolví el libro, pero las pesadillas continuaron como si quisieran decirme algo o eso creía yo. Luego me di cuenta de algo, nunca termine el libro ni ella tampoco. Volví a la biblioteca lo pedí de nuevo pero ahora no tenía ni un papel en su interior. Termine de leer el libro, los fantasma no me dejaban ni siquiera sobrevivir en mi diario vivir, las voces provocaban que quisiera morir no existir más. Luego de semanas, intentos e intentos por salir del estado en que me encontraba, lo vi todo muy claro, tome el lápiz con el cual dibujaba siempre en mi borrador, arranque la hoja escribí mi mensaje me dirigí a la biblioteca, devolví el libro antes de tiempo y me despedí de todo en el séptimo piso de esa biblioteca con la esperanza de que el que encontrara el mensaje no sufriera el mismo destino.
Insistó (aunque creo no habertelo dicho) según yo, naciste para esto.
ResponderEliminar